por Salvador Carrillo @terapiacarrillo
La estatua puede usarse como símbolo del pensamiento que uno sostiene para confrontar la vida. Por ejemplo, uno puede creer que lo más importante es el éxito económico y social, y que debe dirigir todos sus esfuerzos al triunfo con seriedad y disciplina. Evidentemente, esta forma de pensar tiene su sombra: la persona puede descuidar otras áreas de su vida y el desarrollo de su ser, llevándola a una existencia monótona en la que todo sea trabajo y no haya alegrías, salvo las que brinda el triunfo. Esto puede derivar en un materialismo clasista y perverso.
Por otro lado, el pensamiento opuesto —que el dinero no es lo más importante, sino vivir profundamente los sentimientos y el desarrollo espiritual— también tiene su sombra, pues puede llevar a una irresponsabilidad en el área laboral y económica. Incluso una insistencia excesiva en el desarrollo personal puede derivar en cierto narcisismo y una autocomplacencia destructiva, o en alguien que pierde todo sentido de la practicidad. Es fácil no darse cuenta de que la "estatua" del pensamiento mediante el cual afrontamos la vida siempre tiene una sombra. El dogmatismo lleva a no reconocer esa sombra, a creer que existe una forma de acercarse al mundo totalmente ideal.
Considero que es importante recordar que nadie puede acercarse a la vida sin una posición filosófica, todos la tenemos, seamos conscientes de ello o no. Incluso el borracho que cree que lo más importante en la vida es la vida nocturna y la bebida, y que considera tontos a quienes no toman, sostiene una postura filosófica, aunque no se da cuenta de la enorme sombra de su posición ni del daño que está causando a su organismo.
Tanto Aristóteles como Buda recomendaron el camino medio, la moderación, y en nuestra visión del mundo también debemos ser moderados y evitar el dogmatismo. Habrá épocas en que será necesario abordar la vida desde una visión determinada y, tal vez, otras en que debamos cambiar esa visión. Porque lo importante, al final, no es la creencia, sino los resultados de esa creencia.
De igual manera, debemos cuidarnos del fariseísmo, es decir, de tornarnos predicadores de una visión específica del mundo y condenadores de aquellos que no la comparten. El fariseo suele idealizar su propia creencia y perder la noción de sus propios defectos. La flexibilidad en el pensamiento es necesaria para vincularnos con los demás, resolver problemas y vivir una vida que valga la pena. Es imposible no tener una postura hacia el mundo, pero debemos cuidarnos de la sombra de esa postura y ser moderados en nuestra manera de abordar la vida.
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